Universidad de la vida

Sentado sobre un cordón de vereda, y bajo un frío azul de invierno, Enrique mantenía su mirada posada en los viejos cristales del bar de enfrente, lugar donde había estado su última treintena y que hoy, con un cheque de retiro en sus manos, inspiraba obnubilado entre un pasado que había sido su presente hasta hacía unas horas y un futuro sin respuestas por no conocer las preguntas. Guardó el cheque en su pantalón a rayas de tiro corto y bajó su mirada hacia sus zapatos que hacían juego con sus tiradores negros; la vida parecía barajar y dar de nuevo, y Enrique se había quedado sin cartas y sin saber las reglas del juego. Mesero de profesión, supo escribir una vez que tomó un avión con el motivo del casamiento de su hija, en Madrid, y debió completar el formulario de preembarque en el aeropuerto, hacía ya más de quince años. Oración corta y simple, que tantas veces expresó cuando se lo preguntaban o mencionaba cada vez que se solía presentar. Él sostenía que todas las activi...