Sobre la felicidad...


Juan y Pedro vivían a las afueras de la cuidad en dos casas continuas, de idénticos tamaños y semejanzas. Modestas, las dos, pero equipadas con lo básico y sustancial. Ambos iban a su trabajo en coches de similares características, donde trabajaban de vendedores con un salario promedio que les permitía mantenerse y darse algún gusto cada cierto tiempo.

Lo anecdótico era que, hacía pocos años atrás, Juan poseía una inmensa mansión, con más de veinte habitaciones, amplios jardines y las comodidades propias que otorga un caserón de tales características. En solo un año, ganaba con su empresa lo mismos que a otros les lleva toda la vida, y además contaba con una colección de coches deportivos, uno para cada fin de semana, dependiendo la ocasión… pero cuando sus cosas comenzaron a ir mal, su mansión, junto a su colección de coches y a todo su dinero, se esfumó tras un embargo.

Algunos familiares le ayudaron a pagar esa casita humilde a las afuera de la ciudad, mientras uno de sus amigos le regaló un auto de segunda mano para que pudiera llegar al trabajo que, apurado por los gastos, un conocido le consiguió.

Para Juan, era muy triste el final de su historia; la sensación de fracaso le inundaba el alma cada vez que regresaba a su casa actual, cuando, sin evitarlo, se comparaba con lo que había tenido y había sido en tiempos pasados.

Por otro lado, Pedro supo vivir años atrás en una casilla debajo de un puente. Sobre una bicicleta desvencijada se trasladaba al centro de la ciudad, donde tocaba la guitarra en una plaza para poder sobrevivir, gracias a sus canciones y a las personas de paso que dejaban alguna moneda en su gorra marrón, ya vieja y desteñida por vivir en la intemperie… pero poco a poco sus cosas comenzaron a mejorar. Entre ayudas de familiares y mucho esfuerzo de su parte, logró tener una casa propia. También obtuvo un auto de segunda mano gracias a un buen amigo, y otro de sus conocidos le ofreció su actual puesto de vendedor.

Pedro se sentía inmensamente feliz por el final de su historia. En comparación a sus propios tiempos pasados, había atesorado una pequeña fortuna que jamás imaginó tener y no podía estar más que agradecido.

Dos caminos diferentes para llegar a la misma realidad, y distintas maneras de tomarlo.

Sin saber que hay tantas cosas más importantes que el dinero, pero lástima que cuestan tanto.

Sin saber lo atados que estamos a la costumbre del placer que provoca saciar un deseo para inmediatamente sentir la necesidad de cumplir otro

Sin saber que algunos pasan sus días esperando tener más cosas, para entonces sentirse más completos.

Sin saber que los ricos tienen una ventaja ante los pobres en el camino de la felicidad, porque saben que con el dinero no alcanza.


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