Tres puntos suspensivos

Porque llegó su cumpleaños, y llegó la universidad y el título.
Llegó el primer trabajo, el segundo, y su proyecto personal.
Llegó el beso que soñó, y llegó el amor, y el amor después del amor.
Llegó el sol después de la tormenta y el tiempo de conocerse a sí mismo.


Porque llegó el viaje anhelado y las cien y una historias que una vez imaginó,
Junto a las personas con las que jamás pensó.

 

Porque llegó el fin de semana y las vacaciones, y llegó el coche y la casa frente al mar.
Llegó lo que esperaba, y a veces mucho más.

 

Porque llegó el amigo desde el otro lado del mundo.
Llegaron los momentos que ansiaba repetir y también llegaron las sorpresas.
Porque llegó el día que se despertó ante una vocecita que le decía «papá».

 

Porque así como llegaron a los que estuvo esperando, llegaron los momentos en los que algunos se fueron. Y también llegó el día en el que la herida ya no dolió.

 

Llegaron los fracasos, los aciertos, los aplausos y los silencios.
Llegó lo cotidiano y lo extraordinario. Lo único e inolvidable.
Llegó lo improbable e inverosímil.

 

Porque llegaron los encuentros y las despedidas, y esa revolución que arrastró lo que tenía para volver a amarse. Llegaron otras ilusiones, otros deseos, y las mismas ganas.

 

Y allí Joaquín comprendió, que todo, tarde o temprano, termina llegando para el que sabe esperar.
Y que tan en vano resultaron las noches sin dormir pensando en el punto final de las cosas, cuando siempre tuvieron tres puntos suspensivos.



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