Un viaje en tren

     Martín está sentado junto a la ventana, con el ceño levemente fruncido y la mirada fija en el paisaje que se desliza rápido. Tiene 38 años, una vida con sus golpes y aprendizajes, y un corazón que guarda tanto nostalgias como esperanzas. Sabe que este viaje no es solo un desplazamiento físico, sino un trayecto lleno de significados que se revelan con cada estación.

    Desde que nació, se subió a este tren sin elegirlo, sin saber cuánto duraría ni quiénes compartirían ese viaje con él.

    Recuerda a sus padres, los primeros pasajeros con los que compartió vagón. Pensó que serían eternos compañeros, pero aprendió que, inevitablemente, ellos se bajarán en alguna estación, dejando un asiento vacío y un silencio que pesa.

    Mientras observa a su alrededor, ve subir a otros pasajeros: hermanos, amigos, amores. Algunos llegan con sonrisas y esperanza, otros con heridas y secretos. Algunos se sientan cerca, otros en vagones distintos, a veces tan lejos que solo puede intentar, con dificultad, llegar hasta ellos entre los pasillos del tren.

    Martín sabe que no hay regresos, que este viaje está lleno de encuentros y despedidas, de momentos que cambian el rumbo y de otros que lo hacen seguir igual. Observa cómo algunos pasajeros disfrutan el recorrido, mientras otros parecen atravesarlo con solo tristeza.

    Él siente que el secreto está en aprender a convivir con todos, en descubrir lo mejor de cada uno, en ofrecer comprensión cuando alguien titubea y en pedirla cuando él mismo flaquea.

    No sabe cuándo será su última estación, ni quiénes se bajarán antes que él, pero quiere que su paso deje algo más que un asiento vacío: que deje huellas, memorias, que signifique algo.

    Porque en este tren de la vida, no importa cuánto dure el viaje, sino la calidad de las conexiones, el amor que se da y recibe, el equipaje que enriquecemos para quienes continúan la ruta.

    Martín mira de nuevo por la ventana y sonríe, decidido a hacer que este viaje sea conveniente, oportuno y inolvidable. Que al fin de cuentas, valga la pena.



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