La vida al pasar

 

    Carolina estaba sentada en un banco de la estación, con la mirada perdida entre las vías y el horizonte gris que el atardecer pintaba. Un silencio pesado la envolvía, mientras en su mente danzaban imágenes y recuerdos, algunos amargos, otros dulces, y muchos llenos de preguntas que nunca había podido responder.

    Frente a ella, la vida continuaba, ajena e imparable, mientras ella se encontraba detenida en ese instante de introspección, enfrentando ese diálogo interno que solo aparece cuando el tiempo y la urgencia se funden.  

    Había tantas cosas que no había dicho, tantos secretos que quiso compartir antes de llegar a ese punto, tantas heridas que deseó no haber tenido que vivir. Y en medio de esa tormenta de pensamientos, se decía:

    Hay tantas cosas de las cuales no hemos hablado, hay tantas cosas que me hubiera gustado contarte antes de llegar acá, hay tantas situaciones que me hubieran gustado que sean diferentes, hay tantos caminos recorridos en los dos que me encantaría no haberlos conocido y en los que respecta a los míos, directamente no haberlos vivido…

    La vida se complica o quizás somos nosotros con nuestros deseos y prioridades quienes la hacemos compleja. ¿Qué es mejor? ¿Pelear por nuestros ideales o rendirse y dejar que el destino nos lleve de la mano sin oponer resistencia?

    ¿Es de cobardes tener miedo e inseguridades cuando no sabemos qué hacer, o es solo de héroes saber actuar con valentía sin importar el resultado?

    Sé que a veces pienso demasiado, que miro el mundo a mi alrededor y me olvido del que está a mi lado, tan distinto y lejano. Tal vez creo solo en mí, por eso no me entrego del todo a nadie, quizás me cuesta dar lo que no sé si tengo, y el miedo a perder me paraliza más que el impulso por intentar.

    ¿“Todo por amor” se refiere al amor propio o al amor hacia los demás? ¿Qué es lo que realmente intentamos demostrar cuando tomamos decisiones que ni nosotros mismos comprendemos, decisiones que nos hacen ganar o perder cosas inesperadas?

    ¿Es la persona que elegimos a nuestro lado el amor de nuestra vida, o es a quien resignaríamos todo por tener cerca? ¿Qué pesa más: perseguir nuestros sueños solos o compartirlos con alguien antes de que se cumplan?

    ¿Aceptar lo bueno y lo malo de las personas nos hace verdaderamente tolerantes, o es mejor aferrarnos solo a lo bueno y dejar lo demás de lado, como si fuera insignificante?

    ¿Quién vive mejor? ¿El que no se cuestiona y simplemente acepta la vida tal cual es, o el que decide escribir su propia historia, sin importar cuántos obstáculos o personajes tenga que enfrentar?

    ¿Quién es peor? ¿El que vive sin importarle nadie más, o el que trata de complacer a quienes quizá ni siquiera valoran lo que somos?

    El tren pasó, rompiendo el silencio, y ella siguió sentada, con las preguntas aun flotando en el aire, esperando quizás, algún día, encontrar sus respuestas o el próximo tren.



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